Las bebidas gaseosas, también conocidas como refrescos o sodas, son bebidas carbonatadas que contienen dióxido de carbono disuelto. Esto crea las burbujas que dan la sensación efervescente cuando se ingieren. Algunos ejemplos de bebidas carbonatadas son Coca-Cola, Pepsi, Sprite, Fanta y muchas otras marcas y sabores.
Estas bebidas son muy populares en todo el mundo, pero a muchas personas les preocupa su alto contenido en azúcar y calorías, así como los efectos negativos que pueden tener para la salud. Por este motivo, muchas personas optan por bebidas bajas en azúcar o sin azúcar, como el agua con gas o los refrescos light.
Además de los problemas de salud asociados al consumo elevado de azúcar, la producción de bebidas gaseosas también puede tener repercusiones negativas para el medio ambiente, como el uso de plásticos desechables y la emisión de gases de efecto invernadero durante la producción y el transporte. Por eso es importante tener en cuenta el impacto medioambiental a la hora de elegir qué beber y buscar alternativas más sostenibles.
Los refrescos son bebidas no alcohólicas generalmente carbonatadas (con gas) y de sabor dulce. Suelen elaborarse con agua carbonatada, azúcar o edulcorantes artificiales, aromatizantes y colorantes.
Existen muchos tipos diferentes de refrescos, como los de cola, limonada, naranjada, guaraná y otros. Muchos refrescos también se venden en versiones dietéticas o bajas en calorías, que suelen estar endulzadas con edulcorantes artificiales.
Aunque los refrescos pueden ser una bebida refrescante y sabrosa, también pueden ser muy azucarados y calóricos, lo que puede contribuir al aumento de peso y a problemas de salud relacionados, como la diabetes y las enfermedades cardiacas. Por lo tanto, es importante consumirlos con moderación y elegir opciones más saludables como el agua, el té o los zumos naturales siempre que sea posible.